Tercera parte
Genealogía histórico-conceptual para un canto social[1] .
por Hamid Nazabay
la poesía es una farsa si la usas como un sommier
capitoneado, como un objeto de confort, a menos que
lo recomiende un especialista de huesos y tendones;
por ende, el poeta es un farsante si puede dormir tran-
quilo; eso de, no sentir nada, ignorar lo que ocurre
alrededor, buscar el confort como otro axioma de
culto al cuerpo, no es poesía, es fariseísmo, afectación
grotesca
la poesía debe incomodar hasta hacerse insoportable;
como una cama de clavos de faquir, pero con algunos
clavos menos[2]
DE LA CANCIÓN PROTESTA AL CANTO POPULAR
El pasaje de la canción protesta al Canto Popular, como fenómeno en sí mismo, es simplemente un límite cuya frontera se transcribe en forma contumaz. La expresión Canto Popular aparece por primera vez inalterable en letra de molde en la carátula del primer LP de José Carbajal «El Sabalero», quien tituló a su disco con ese nombre; y del Centro de la Canción Popular. Ambos casos del año 1969. Por otra parte, es cuando se llega a un ápice de las canciones de protesta y cuando la censura aparece infrascrita para no retirarse por muchos años.
Orfeo, 1969
Entre otras cosas, emergen dos canciones, de las más emblemáticas del canto de protesta: «A desalambrar» de Viglietti y «Cielo del 69» de Mario Benedetti y Numa Moraes, interpretada por Los Olimareños y grabada en su disco homónimo al año siguiente.
Las reacciones llegaron enseguida. Se censuró «A desalambrar» en Canal 5, cortando la trasmisión mientras Viglietti la interpretaba. El Centro de la Canción Protesta fue prohibido y varios de sus miembros detenidos (Carbajal, Pancho Viera, Yamandú Palacios, Nell Silva y Aldo Maúrno[3]). A su vez, varios intérpretes comenzaron a tener problemas en los espectáculos. Además, en ese 1969 Los Nocheros grabaron la zamba «Disculpe» de Hugo Ferrari, definida como una canción de «antiprotesta». Al instante, cantores de protesta también reaccionaron a la zamba: Anselmo Grau grabó un vals criollo en coautoría con el mercedario Carlos Cresci, titulado «Está disculpao»; también grabado por el conjunto Los Zafreros, en placa titulada del mismo modo (sello Foldef, 1969). El fin de esa década fue crítico; para más datos: el ’69 es el año de la toma de Pando, entre los fallecidos estaba un cantautor militante y estudiante, Jorge Salerno.
Entonces, coincide el año de «gestación» del Canto Popular con el de ese momento histórico, en que la canción adquiere su virulencia justiciera en su máxima expresión y las contraofensivas de cantores oficialistas o la censura misma adquieren su manifestación más nítida. La canción protesta deriva de forma flagrante, de la noche a la mañana, en Canto Popular. El que, por supuesto, ya entrada la década del 70 se afianzará y se configurará en fenómeno expresivo de la resistencia y la denuncia aun en épocas dictatoriales.
Así, la canción protesta fue tomando, en el escenario uruguayo, otras manifestaciones. Evidentemente, dejando esa acepción detrás, para pasar a denominarse a la canción con compromiso social como Popular. Sin duda este fue un modo abarcativo de consensuar los elementos reivindicatorios y de promulgación de equidad para el pueblo. Debió transmutar su sentido. No sólo dejar de lado el panfleto y lo explícito, sino aventurarse en metáforas y entrelíneas, pero siempre y cuando estas dejaran un mensaje de complicidad con los receptores. Pasadas las décadas, hoy podría decirse que el aspecto ideológico y/o de protesta, si lo hubiera, se ha visto enjuagado en el concierto mediático y de sobreexposición masiva, dando la sensación de ejercicio pleno de derechos expresivos, aunque tirados al mar del amiguismo virtual para retroalimentación (o plusvalía) también virtual.
Empero, tal vez habría que recuperar algo de la protesta, teniendo en cuenta que viejos problemas e injusticias siguen imperando en medio de la «democraticidad» de los discursos y del dejar hacer enunciativo y diverso. Es probable que algunos músicos consideren comprometidas y militantes sus propuestas, y que dichos elementos están subrepticios, subliminales o estéticamente sobreelaborados, y que ellos no sean denotativos sin más como lo plasmaría el mediocre. Ahora bien, si fuera necesario tener formación estética, en filosofía política, literatura, ser relativamente proclive a cuestiones holísticas y hasta empatizar en lo doctrinario e ideológico con el compositor para lograr comprender su mensaje, su voz, en suma, su singular «protesta», estaríamos ante un artilugio de cuyo método, en principio, habría que desconfiar. Claro, quizá este sería el extremo, aunque sus representantes tenga. El opuesto sería el descarnado y cuasi escatológico, por ejemplo, del grupo heavy español Tu Madre Es Puta, en el tema «Canción protesta»[4].
Ambos extremos operandi: el críptico engreído o el explícito catártico (incluso en matices atenuantes), no parecen ser las «técnicas» cancionísticas a la hora de recuperar la tendencia comprometida con lo social histórico. Más bien se debería indagar, artísticamente, en elementos de validez que promuevan efectos de eficacia social.
MODOS DE EPÍLOGO
Sartre y el Canto Popular Uruguayo
Es interesante el hecho de que el mismísimo Sartre, tuvo, con su nombre, una incursión mínima pero de trascendencia en la historia del Canto Popular Uruguayo y en la biografía de uno de su principales referentes.
Corría el mes de mayo de 1972 (año en el que hubo varias detenciones y reclusiones de artistas del canto) cuando Daniel Viglietti fue encarcelado, el día 12. Incluso se recuerda aquella conferencia de prensa «armada» donde los canales de televisión mostraron las manos intactas del cantor para connotar que los militares no torturaban.
Lo interesante es que la detención de un artista como Viglietti, que ya tenía renombre mundial por su compromiso, generó que varios intelectuales se promulgaran a través de una carta solicitando su liberación. Esta se efectivizó gracias a las firmas que allí contenía, al mismo día de recibida, en el mes de junio. La misiva llegó a Presidencia de la República, encabezada, nada más y nada menos, que por la firma de Jean Paul Sartre, quien por esos precisos momentos publicaba el tercer tomo de su ensayo sobre Gustave Flaubert, El idiota de la familia.
Benedetti y una síntesis oriental
Benedetti por su compromiso intelectual estuvo rondando a la canción protesta sin proponerse ser un autor canónico de la misma ni quien teorizara al respecto o brindara aportes periodísticos. Sin embargo todas esas vetas estuvieron presentes: varias de sus canciones fueron hitos del fenómeno[5] y, como vimos, sus ensayos sirven de sustrato para pensar sobre el asunto, además de que tuvo relación personal y periodística con representantes de la canción uruguaya y latinoamericana.
Ahora bien, no sólo esa fue la incursión sobre el punto. Con ironía y sátira logró sintetizar en un haiku (forma poética japonesa, sintética por excelencia) la evolución del subgénero con multiplicidad de sentidos. Fue en su libro “Rincón de haikus” (1999), con el poema número 137:
“canción protesta
después de los sesenta
canción de próstata”
El poema, en su segundo verso, articula al menos dos sentidos de la canción protesta. En ambos casos, no con ánimo acusatorio pero sí paradójico. Uno podría ser como parte del proceso histórico social y otro como apunte biográfico de los representantes de ese tipo de canción. Por un lado, aludiendo a lo histórico, «después de los sesenta», en los setenta, la canción protesta fue borrada del mapa uruguayo y tuvo que exiliarse por la censura impuesta y la dictadura militar. Así, más allá del aporte a la lucha y la resistencia mediante la canción, el pueblo uruguayo fue vulnerado en su esencia, tal como se interpreta y padece en la examinación de próstata por parte del género masculino.
El otro sentido está más volcado a lo personal de los artistas. Estos, después de sus sesenta años, en esa etapa de su vida, ya no protestan o no protestan tanto y se han visto domeñados en sus rebeldías y «adaptados» socialmente; algo ostensible hoy en referentes del canto de aquella etapa, tal vez atendiendo más a sus cuestiones personales (asuntos de salud y de edad) que propendiendo a ninguna revolución.
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Nativismo (con) y (sin) compromiso
El eminente Daniel Vidart, atento al fenómeno de la canción protesta, rastreó las fuentes genealógicas y las líneas estilísticas que produjeron tal fenómeno en el Uruguay. Lo hizo en el trabajo Poesía y campo: del nativismo a la protesta (1968). El mapeo abordó la historia de la poesía gauchesca y nativista para desembocar en aquellos compositores que en la década del sesenta, basados en el criollismo libertario, además de poetas eran compositores y cantores y hacían de la injusticia social su querella.
No tuvo mejor idea que entrevistar a los –ya gerontes– íconos del nativismo, Pedro Leandro Ipuche (1889-1976) y Fernán Silva Valdés (1887-1975), para pedirles opinión sobre esta “nueva” modalidad de canto. Con marcada vocación pedagógica y para no marear a sus interlocutores –por más que la canción protesta era pública y el encuentro cubano ya se había realizado– el antropólogo no habló de “canción protesta”, se ciñó a la poesía preguntando“¿Qué juicio le merece la actual poesía de “protesta” de tipo tradicionalista?”[6]. Ninguno de los cultores del nativismo conocía dicha poesía ni estaban al tanto de la misma.
En cuanto al compromiso del escritor, el entrevistador realiza una pregunta específica: ¿Debe comprometerse el escritor con los grandes problemas económicos y sociales de su tiempo o permanecer al margen, atento tan sólo a su creación estética? Silva Valdés diría: “Pienso que el escritor debe interesarse por los problemas económicos y sociales de su tiempo, de acuerdo con su capacidad para enfocarlos y su dominio de la materia”[7]. Austero en su respuesta, pero elocuente en cuanto al aspecto formativo que se debe tener al respecto. Ipuche, sin embargo, escéptico y conservador, proteccionista del tiempo creativo, mostrará cierta escisión entre lo artístico y lo social:
Actualmente el escritor no puede comprometerse con problemas sociales o económicos. La política ha perdido su alta categoría patriótica y se ha vuelto una querella agresiva de intereses dispersos y sin entidad. Entrar en ella es para un intelectual puro y vocacional perder todo: la serenidad, el dominio despejado de su inteligencia y, sobre todo, el tiempo insoslayable de creación. Lo aconsejable es quedarse en casa, esperando mejores tiempos[8].
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¿Qué hacer y cómo?
Es insoslayable que los artistas como parte del sistema capitalista y aun como mercancía están sujetos a las lógicas dominantes. A veces en calidad de objetos adquiridos, otras como sujetos de enunciación de prácticas sociales, sean estas como portadores de la cultura hegemónica (en ocasiones sin percatarse de ello: la categoría de resentidos y quejosos que no acceden a los bienes de consumo –sean estos festivales masivos o la coparticipación discográfica y audio visual– también entrarían aquí) o con intención subalterna y discursivo-emancipatoria (en estos casos con los riesgos aludidos, a los que Benedetti proclamaba como profilaxis).
Quintín Cabrera cantaba «Hay cantores de consumo, / y hay cantores consumidos / y hay otros que se consumen / para poder ser oídos»; la producción, la distribución y el consumo y la renovación de este ciclo no deja afuera al arte; jamás lo haría.
Es muy difícil zafar; la amenaza de la marginalidad (otra categoría capitalista) está latente, y su expresión existencial y temporal puede ser la desidia y el olvido. ¿Cómo jugar en el juego produciendo algo distinto a las reglas impuestas?… ¿Cuestión sólo de artistas? En principio, y (sólo) para empezar, quizá sea válido aquel consejo que un parroquiano, Peletti, de la novela “Entusiasmo sublime” de Juan Estévez[9], le dio a Iván (joven que por su probada miseria no tuvo otra que meterse a soldado en los setenta): “–A veces tendrá que hacer cosas que no quiere hacer. Según cómo las haga se hará a usted mismo.”[10]
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NOTAS
[1] [Setiembre 2018]. Este trabajo tuvo una primera versión para ser presentado en el ‘Encuentro Regional de Artistas Populares por la Tierra y los Bienes Comunes’ realizado en la Unidad Cooperaria Nº 1 (Cololó, Dpto. de Soriano), entre los días 29 de marzo y 1º de abril de 2018, organizado por la Cooperativa ‘Tierra que Anda’, el guitarrista Gonzalo Victoria, el cantautor Diego Juan y la psicóloga Claudia Lártiga. El título original de aquella ponencia, presentada en la mañana del sábado 31, fue: ARTISTA-COMPRO-METIDO: Dinos dónde te metes y ni sabrás por dónde sales… Genealogía (y mareo) histórico-conceptual para un canto social.
[2] Chítaro, Elbio. La impureza, 2013, página 43.- Elbio Chítaro (1961), poeta y tallerista literario, ganador varias veces del Premio Nacional de Literatura (MEC) en categoría Poesía.
[3] Ese año, este grupo de cantores, publicó el libro Canciones desde el cuartel, Montevideo: Ediciones Provincias Unidas. La compilación estuvo a cargo de Pancho Viera; el prólogo lo escribieron César Bertelotti y el propio Viera.
[4] Editado en el disco Ensalada de coño (2016, The Braves Records); disponible en You Tube.
[5] Los casos patentes son los de Cielo del ‘69, Cielito de los muchachos y Cielito del ‘26, donde pone a funcionar la forma acuñada por Bartolomé Hidalgo en una nueva realidad; el denunciativo ¿Seré curioso?; así como los emblemáticos y “cómplices” Te quiero y Por qué cantamos, entre otros.
[6]Vidart, Daniel. Poesía y campo: del nativismo a la protesta, 1968, página 366.
[7] Ídem, página 367.
[8] Ídem, página 366 y 367.
[9] Juan Estévez (1956). Narrador, periodista, motociclista y “gestor” gastronómico y turístico; ganador del Premio Nacional de Literatura por la novela citada.
[10] Estévez, Juan. Entusiasmo sublime, 2017, página 61.
Hamid Nazabay (Uruguay)
Es investigador, ensayista, psicólogo y docente.
Ha escrito libros de investigación y dictado charlas sobre música popular uruguaya. Ha conducido y producido programas radiales. Publicó poesía y prosa en libros colectivos. Algunas de sus canciones fueron musicalizadas por intérpretes y cantadas en centros de enseñanza. Publicó artículos en el Almanaque del BSE, Revista La Tertulia, Portal Uruguay Educa y Revista De Mis Pagos (Argentina), además de libros, por los que ha obtenido diversas distinciones.