El silencio como danza

sobre «Marilyn» de Noelia Palma (Dínamo Editorial, Córdoba, 2020)
por Paula Novoa


Hay nombres que connotan mucho más de lo que su etimología indica. Marilyn es uno de ellos. Connota belleza y fragilidad, sensualidad e ingenuidad. Leemos el nombre “Marilyn” en el título de un libro y todos creemos saber de quién se trata. Pero Noelia Palma nos presenta a una Marilyn más cercana. En las antípodas del ícono de belleza pop, su Marilyn es una mujer del conurbano que sabe crear un pequeño paraíso entre los muros del hogar. Una mujer que parió a otra mujer, que parió a otra mujer, que parió a otra mujer. Marilyn es el origen de una genealogía de mujeres que se sostuvieron entre sí para sobrevivir.


La gracia del poema

En una entrevista, la poeta Alicia Genovese (Buenos Aires, 1953) afirma que existe el “espacio narrativo” y el “enlace lírico”, y asevera que ese enlace es la “gracia” del poema. Sin éste, el poema es menos que la prosa que se podría haber escrito. Respecto a esta idea, y como en cada libro de Noelia Palma, hay una narración que cohesiona los textos y Marilyn es la protagonista. Ella es observada por la voz poética; da la sensación de que esta mujer es espiada desde una ventana, una puerta o una cámara fotográfica. Es ahí en donde Palma coloca el “enlace lírico” del que habla Genovese. El yo poético observa el misterio de lo cotidiano a través de un cristal y así, cada gesto de Marilyn se transforma en encanto y en espejo, pues quien observa también repite y se refleja. Parafraseando a la poeta y ensayista bonaerense, en ese enlace está la “gracia” de los poemas que conforman este corpus:


Marilyn afirma algunas ramas del malvón rojo
mientras el sudor cae
sobre los pétalos.

¿La ves contra el viento
aferrada al pañuelo de seda?

Su cabello resplandece,
la tierra es toda devoción.
(“Seda”)


Al mismo tiempo que observa, el yo lírico hace cómplice al lector a través del uso de la segunda persona, comparte con él la belleza. Aunque no es sólo la belleza. Porque Marilyn también es oráculo y transforma el quehacer diario en el lugar desde donde se consulta el porvenir. Como a los griegos el oráculo de Delfos, Marilyn es quien señala las certezas:

Abro la ventana:
la miro tender la ropa, sujetar el balde.
Trabaja a la par de sus malvones: busca el mejor sol.

La humedad de sus manos frías me saluda.

Ahora entiendo, Marilyn:
una ventana abierta es siempre una plegaria.
(“La humedad de sus manos frías me saluda”)


El amor en Marilyn

Marilyn está formado por veintitrés poemas, el séptimo, “Tarde de sol”, es un punto de inflexión. Es el clímax del corpus y, sin dudas, el texto más hermético del libro. El yo lírico nos deja ir hacia el pasado y acercarnos a ese momento en el cual la vida de Marilyn se transforma. Hay una especie de flashback que intenta explicar el porqué de la soledad y el silencio de la mujer de las flores y el jardín:

¿Dónde menguó la cruz que sujetabas
el día que tuviste que pedir perdón?

Tu cabello todavía tiembla, Marilyn,
como el cuerpo
cuando obedece.


Marilyn también amó (¿o debería decir ama?), y ese amor aún la sostiene. Tal vez, cada poema hable de esto. Tal vez, cada gesto de Marilyn es la repetición de los gestos amatorios hacia el hombre que ya no está. Marilyn crea un ritual cotidiano: riega, planta, siembra, cuida y construye un paraíso en los metros cuadrados de su jardín. Como quien intenta replicar lo perfecto, el instante perdido cristalizado por el tiempo:


¿De qué color es el humo que sube por tu garganta?
¿Es cierto que tus huesos son más livianos
porque una sombra,
que no se corroe con el tiempo,
te sostiene?
(“El amor está en calma”)


Tiene el retrato
en la mesa de luz.
En blanco y negro, ama.

Para siempre ama
la que no supo calmar
el paso del tiempo.
(“En blanco y negro”)


A lo largo del libro, por un lado, podemos reconstruir algunos aspectos de la historia de Marilyn, el “espacio narrativo»; por otro lado, la gracia de estos poemas radica en la sutileza con que la autora fotografía instantes del presente y nos lleva hacia el pasado a través del “enlace lírico”. Así, presente y pasado son uno para Marilyn, que en silencio danza en su jardín, mientras es observada por esta voz que intenta ser también la voz de ese silencio:

La historia de Marilyn es esta:
un rosal blanco que ama,
calladito,
detrás del ventanal.
(“El silencio de Marilyn”)




Noelia Palma (Argentina)

Buenos Aires, en octubre de 1984
Textos de su autoría fueron publicados en diversas antologías y revistas digitales como Digo.palabra.txt, Letralia, entre otras. Realizó talleres literarios con Alberto Ramponelli y Eduardo Espósito. Su primer libro de poemas, Que la muerte nos ampare, fue editado por Francia Ediciones en 2017. Tradujo a Charles Bukowski desde 2011 y en 2017 publicó junto a Postales Japonesas su primera antología bilingüe: Solo con todo el mundo. En noviembre de 2018 editó 0034-Buitre hacia la nada por Ombligo Cuadrado Ediciones, que consta de dos libros en un solo ejemplar. Su último libro, La casa, fue editado en 2019 por la editorial cordobesa Mascarón de Proa.


Paula Novoa


San Antonio de Padua, Bs. As., 1976.
Es profesora en Lengua, Literatura y Latín y Licenciada en Lengua y Literatura.

Tiene tres libros publicados por Cave Librum Editorial: El año que fui homeless (2014), Hija de mala madre (2016), El paso de la babosa (2018) y Flores a mis muertos (2021).

Las diferentes formas de la ausencia

sobre «La casa» de Noelia Palma (Mascarón de Proa/poesía, 2019)
por Paula Novoa


A primera vista, la palabra “casa” parece simple. Cuando a mis estudiantes les pido que digan un sustantivo, este término es uno de los primeros que nombran: “perro, silla, mesa y casa”. Siempre, no falla. Sin embargo, detrás de este vocablo tan cotidiano hay una historia. En principio, casa/ae es una voz latina que significa cabaña, choza. Los romanos llamaban de esta manera a las construcciones más rudimentarias, mientras que para denominar lo que hoy conocemos como casa, usaban el término domus/us. En su diccionario de símbolos, Biedermann explica que desde el final del nomadismo, la casa es el símbolo del medio existencial para los hombres que se volvieron sedentarios. El filósofo vienés cita a Ernst Aeppli, que afirmaba que lo que ocurre en la casa, ocurre dentro de nosotros. Somos a menudo la casa. Ahora, ¿qué connotación tiene para Noelia Palma esta palabra?

La casa está organizado en tres momentos y en tres espacios geográficos: Buenos Aires, Barcelona y Millewa. La poeta construye una voz que no es sedentaria, por el contrario, es una voz que se traslada. Sin embargo, cada uno de los tres apartados comienza con el mismo poema. Mediante este recurso, el yo lírico retorna a la misma búsqueda para construir la casa en cada una de las ciudades:

¿Entonces era cierto?
La luz en esta casa
Filtrándose
por las pequeñas rendijas
rebuzna/ todo el silencio.

La traslación que propone Palma, en oposición al sedentarismo que da origen al símbolo mencionado, se debe a que la casa no siempre es habitable. Sin embargo, es una construcción en la que deseamos anclar por doloroso que sea. ¿Qué es lo que busca la voz poética? Cristalizar la esperanza. Continuando con el juego etimológico, la palabra “esperanza” deriva de esperar, del latín sperare. Entonces, cristalizarla significa terminar con esa espera. La búsqueda recorre todo el libro, los tres espacios, los tres momentos; pero la esperanza no logra nunca esa cristalización: “Esta casa no sostiene la esperanza” (poema 9 de “Buenos Aires”); “Querido, si la esperanza dijera/ todavía/ que está asustada, que no sabe cómo ejercer el rostro/ propio” (poema 14 de “Barcelona”); “esa esperanza/ que no sé contarte/ porque no es una leyenda” (poema 25 de “Millewa”).

Como sugerí en el primer párrafo, la casa es la voz poética: “Nada interrumpe el llanto./ Estoy lavando los ojos de la casa”. El yo lírico pareciera afirmar: “en donde yo esté, estará la casa”, aquí radica la posibilidad de traslación.

En los poemas de la primera parte, “Buenos Aires”, están presentes la madre y la hija. Estas figuras aparecen fusionadas con la voz poética:

Si mi madre muriera
yo también moriría.
¿Quién de nosotras
se atreverá
a inclinarse
para llorar sobre la tumba?

Ambas funcionan en espejo en relación con el yo lírico: “Las dos nacimos cortadas/ por una tijera,/ llenas de espuma y vérnix”. La figura del padre, en cambio, siempre es ausencia. Incluso su mención es a través de una sinécdoque que refuerza la idea de vacío: “floreció el hueso del padre/ (¿o era el pasado?)”.

En “Buenos Aires”, la casa está terminada, pero es un lugar inhabitable:

mientras cada lugar se transforma
en algo inhabitable
te pregunto:
¿por qué este fulgor
destruido,
este diente resquebrajándose,
este brazo haciendo señas
en un rincón?

Luego, en “Barcelona”, encontramos una de las formas del amor y también de la ausencia. Es a través del arte que el yo lírico pretende tapar las paredes manchadas por la humedad, la destrucción. Pero como ya indiqué, la esperanza no logra un rostro propio, la búsqueda continúa y “la noche cae sobre todo lo que vive”. Ya en “Millewa”, la ausencia toma la forma de un ángel que sobrevuela los poemas y la hija se presenta como última herida para retener el mundo. Palma confiesa que la casa es también huir. Es hacia Millewa que la voz poética huye. En donde, por fin, promete anclar:

El jardín de mi casa tiene menos color ahora, pensé,
mientras volvía descalza
con las manos entre los huesos del pecho
como si otra vez trajera el ángel conmigo
+++
Cómo es posible, Querido,
Haber habitado tantas casas,
Haber abierto sus puertas deplorables.
Tranquilo, voy a quedarme aquí.
Mi hija, la herida pequeña con la que retengo el mundo, llama.

La voz que Palma construye a lo largo de toda su obra nos cuenta siempre la misma historia, la de la ausencia. Ésta no le permite cristalizar la esperanza. La huida y la búsqueda indican el camino que realiza esa voz en este libro. Pero la espera no se detiene y nunca lo hará. Porque hay una única certeza: “las ausencias ocupan la materia, el oxígeno todo”.

Paula Novoa, Francisco Álvarez, julio de 2019


Noelia Palma (Argentina)

Buenos Aires, en octubre de 1984
Textos de su autoría fueron publicados en diversas antologías y revistas digitales como Digo.palabra.txt, Letralia, entre otras. Realizó talleres literarios con Alberto Ramponelli y Eduardo Espósito. Su primer libro de poemas, Que la muerte nos ampare, fue editado por Francia Ediciones en 2017. Tradujo a Charles Bukowski desde 2011 y en 2017 publicó junto a Postales Japonesas su primera antología bilingüe: Solo con todo el mundo. En noviembre de 2018 editó 0034-Buitre hacia la nada por Ombligo Cuadrado Ediciones, que consta de dos libros en un solo ejemplar. Su último libro, La casa, fue editado en 2019 por la editorial cordobesa Mascarón de Proa.